Johnny A. Pacheco F.
pachfons@gmail.com
@guarocoach
La conclusión es siempre la misma: El amor es la energía más poderosa y sin embargo, la más desconocida del mundo.
Pierre Teilhard De Chardin.
El propósito fundamental del poder es el logro: no el temor, el terror o la tiranía; cuando existe el poder el sistema puede ser productivo, en su ausencia, el sistema naufraga.
El poder dentro de una organización se puede comparar con la energía física: siendo ésta la capacidad de movilizar recursos (talentos humanos y recursos materiales)) para llevar a cabo una tarea. De modo que el propósito fundamental del poder es el logro, al cual le llaman poder productivo. Y cuando se manifiesta en temor, el terror o la tiranía, le denominan poder represivo. Cuando existe el poder distribuido y canalizado, el sistema puede ser productivo, en su ausencia o abuso, el sistema naufraga.
El tema del poder para algunas personas, grupos y organizaciones, constituye un tabú. Las personas que lo tienen, lo niegan; las que lo desean no quieren hacer evidente su ansia por obtenerlo; y las que se ven enredadas en sus maquinaciones e intrigas procuran mantenerlo en secreto. El poder no debe merecer una reputación tan mala en el área organizacional, ya que no sólo implica dominio, control y opresión, sino que también puede significar las tres “e” de la gestión: efectividad, eficiencia y eficacia; procesos tan necesarios para impulsar a los trabajadores hacia la consecución de sus objetivos. Ya que el poder resulta ser un elemento crítico en el desempeño de los directivos, administradores, supervisores y trabajadores debe ser discutido y debatido a la luz pública; delimitando áreas claves, reconociendo la autoridad formal e informal y resaltando la fuerza que se alcanza en el logro de efectividad, cuando se labora coordinada y cooperativamente.
La disponibilidad de recursos, el acceso a la información y la capacidad de actuar oportunamente, permiten obtener mejores resultados y transmitir un número mayor de recursos y datos a los colaboradores. Por esta razón, la gente tiende a preferir a los directivos que gozan de poder, cuando ven que la influencia de su jefe, no sólo se limita a los niveles superiores sino que también trasciende las fronteras de la empresa, sienten que su posición se consolida por asociación y generalmente adoptan un actitud más positiva ante las conductas de sus supervisores. Así mismo, es más probable que los líderes que tienen mayor poder, deleguen responsabilidades, recompensen el talento y consoliden un equipo que coloque a sus colaboradores en posiciones ventajosas.
En lo que respecta a la supervisión de primer nivel, el poder que ostentan y la forma de actuar de éstos con sus compañeros, determina de manera muy significativa las relaciones que se establece entre el empleado con su trabajo y adicionalmente con sus iguales, siendo este factor un eslabón crítico en la cadena de producción, red laboral y en el clima organizacional. Es importante destacar que cuando se manifiesta o se percibe falta de poder en los supervisores, se tiende a engendrar un mal síntoma como lo es el autoritarismo, que en su expansión de una ola de incomodidad e insatisfacción, pudiesen generar fracaso y frustración, sentimiento de debilidad e impotencia, además gestar en sus colaboradores actitudes defensivas y hasta de desprecio que pueden traer como consecuencia el empleo de medidas disciplinarias como forma de influencia y ejercicio del poder ( valorado a veces como abuso). La ola expansiva puede transitar en la inefectividad, en la desorganización administrativa y en políticas gerenciales dictatoriales.
Concluyo rescatando que las nuevas tendencias de gestión están siendo permeables a las nuevas características del trabajador del siglo XXI, a la gran cantidad de innovaciones que surgen en las relaciones laborales para coadyuvar a la satisfacción de los objetivos de toda la comunidad trabajadora y organizacional y así resignificar el tratamiento histórico que ha tenido el poder en las Instituciones.
“El mundo no paga a los hombres por lo que saben. Les paga por hacer lo que hacen o inducen a otros a hacer”.
Napoleón Hill